Bienvenidos, Dios te bendiga!

Se han preguntado ustedes, ¿Qué significa el Salmo 23?


“Unges mi cabeza con aceite” ¿Sabes qué significa?

El Salmo 23 es un lindo poema que habla sobre cómo Dios se relaciona con aquel que le entrega su vida a él. En momentos en los que te sientes con miedo o con preocupaciones, el Salmo 23 te ayuda a entender que Dios está en control y no fallará. Mira en este salmo maravilloso cómo Dios te ama, te cuida y te protege.

Provisión y restauración

Dios es como un pastor que cuida de sus ovejas con mucho cariño. Y si tú amas a Jesús eres una de sus ovejas. Dios te sustenta y te ayuda a encontrar todo lo que necesitas para vivir. Él también te da descanso y paz.

Como el pastor protege a sus ovejas cuando pasan por lugares peligrosos, así Dios cuida de ti cuando te enfrentas a situaciones peligrosas. Sus enseñanzas te guían y te orientan, protegiendo tu vida en la hora de dificultad. Dios nunca te abandona.

Fidelidad en todo momento

¡Dios bendice a sus ovejas! A él le gusta hacer cosas buenas y tiene abundantes bendiciones especiales preparadas para ti. Pero la mayor bendición de todas es la presencia del amor de Dios en tu vida, ese gran amor que nunca falla.

“Unges mi cabeza con aceite” ¿Sabes qué significa?

El Salmo 23 es muy popular y no es para menos, encierra una sabiduría que muchas veces pasamos por alto al solamente rezarlo de memoria. El versículo que dice “Unge mi cabeza con aceite” tiene una referencia hermosísima que te va a sorprender.

Lo primero que hay que saber es que el salmista usa esta frase para indicar que además de la protección en la casa del Padre que se señala durante todo el canto, con estas palabras nos dice que Dios le mantiene además de seguro también sano, usando el paralelismo de la oveja y el pastor.

En el campo, muy a menudo, las ovejas quedan con sus cabezas atrapadas en zarzas y mueren tratando de desenredarse. En otros casos, hay moscas enormes que les atormentan y que depositan sus huevos en sus fosas nasales que luego se convierten en gusanos que impulsan a las ovejas en desesperación a golpear sus cabezas contra las rocas, muchas veces hasta la muerte. Sus oídos y ojos también son suceptibles al tormento de los insectos.

Entonces el pastor unge (baña) toda la cabeza de la oveja con aceite espeso, ese oleo constituye una barrera de protección contra el mal que trata de destruirla y de esa forma la oveja logra tener paz.

Si en este momento te atormentan la cabeza como mosquitos insistentes esos pensamientos de dolor, de derrota y de preocupación… Si ahora mismo te golpeas la cabeza contra las paredes invadida por la angustia y la desesperación… ¿Por qué no le pides al pastor por excelencia, al buen pastor, que unja tu cabeza con su aceite?

Dios tiene el remedio perfecto para proteger tu mente, tus ojos, tus oídos, tu boca y tu corazón de las asechanzas más dolorosas. Su aceite es su amor y su palabra que traen paz a su rebaño amado.

Pídele hoy al Padre, que es nuestro pastor, que bañe nuestras vidas para nuestra protección y la de nuestros seres queridos. Con Él nada nos faltará y descansaremos en su casa por largos días.

Algunos enfrentan la traición y la injusticia. Viva lo suficiente en este mundo, y verá que la mayoría sufre profundas heridas de uno u otro tipo.
Como las ovejas, quedamos heridas. Como las ovejas, tenemos un pastor. ¿Recuerdan las palabras que leímos? «Él nos hizo … pueblo suyo somos, y ovejas de su prado» ( Salmo 100.3 ). Él hará por nosotros lo que el pastor hace por sus ovejas. Él nos cuidará.
Si algo enseñan los Evangelios es que Jesús es el Buen Pastor. Jesús anuncia: «Yo soy el
buen Pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas» ( Juan 10.11 ).

¿No derramó Jesús el aceite de la prevención sobre sus discípulos? Oró por ellos. Los equipó antes de mandarlos al mundo. Les reveló los secretos de las parábolas. Interrumpió sus discusiones y calmó sus temores. Porque es el buen Pastor, los protegió de las desilusiones. No sólo previno las heridas; las sanó. Tocó los ojos del ciego. Tocó la enfermedad del leproso. Tocó el cuerpo de la niña muerta. Jesús cuida sus ovejas. Tocó el corazón inquisitivo de Nicodemo. Tocó el corazón abierto de Zaqueo. Tocó el corazón quebrantado de María Magdalena. Tocó el corazón confundido de Cleofas. Y tocó el soberbio corazón de Pablo y el corazón arrepentido de Pedro. Jesús cuida sus ovejas. Y le cuidará a usted. Si usted se lo permite. ¿Cómo? ¿Cómo se lo permite? Los pasos son muy sencillos.

Primero, acuda a Él. David no podía confiar sus heridas a nadie sino a Dios. Dice: «Unges mi cabeza con aceite». No dice «tus profetas», «tus maestros» ni «tus consejeros». Otros pueden
guiarnos a Dios. Otros pueden ayudarnos a entender a Dios. Pero nadie hace la obra de Dios, porque solo Dios puede sanar.
«Él sana a los quebrantados de corazón» ( Salmo 147.3 ). ¿Ha llevado usted sus desilusiones a Dios? Las ha dado a conocer a sus vecinos, a sus familiares, a sus amigos. Pero, ¿las ha llevado a Dios? Santiago dice:
«¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración» ( Santiago 5.13 ).
Antes de irse a cualquiera otra parte con sus desilusiones, vaya a Dios.
Quizás no quiera molestar a Dios con sus heridas. Después de todo Él ya tiene
bastante con las hambrunas, las pestilencias y las guerras; no le interesan mis pequeñas luchas. ¿Por qué no deja que Él lo decida? Le importó tanto una boda que proveyó el vino. Le importó tanto el pago del tributo de Pedro que le dio la moneda. Le importó tanto la mujer junto
al pozo que le dio respuestas. «Él tiene cuidado de vosotros» ( 1 Pedro
5.7 ).
Su primer paso es ir a la persona que corresponde. Vaya a Dios. Nuestro segundo paso es adoptar la postura correcta. Inclinémonos delante de Dios. Para ser ungida, la oveja debía permanecer quieta,
agachar la cabeza y dejar que el pastor hiciera su trabajo. Pedro nos exhorta: «Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo» ( 1 Pedro 5.6 ).
Cuando vamos a Dios hacemos peticiones; no hacemos exigencias. Vamos con elevadas esperanzas
y un corazón humilde. Declaramos lo que necesitamos, pero oramos por lo que es justo. Y si Dios nos da la prisión romana en lugar de la misión en España, lo aceptamos porque sabemos que «¿acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en
responderles?» ( Lucas 18.7 ).
Vamos a Él. Nos inclinamos delante de Él y confiamos en Él.
La oveja no entiende por qué el aceite repele las moscas. La oveja no entiende cómo el aceite cura las heridas. En realidad lo único que sabe la oveja es que algo ocurre en la presencia del pastor. Y eso también es todo lo que necesitamos saber.

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